La violencia machista contra mujeres y niñas es un fenómeno con características de pandemia tomando en cuenta la extensión que presenta en nuestras sociedades y el alto impacto que tiene en la vida y salud de las afectadas, en sus familias y en la comunidad en general. No existe ningún país que esté totalmente libre de esta lacra, ni siquiera los más desarrollados que están avanzando hacia la igualdad entre los géneros.
Por lo tanto, es evidente que se requiere más que nunca una amplia movilización ciudadana que exija la erradicación de estas conductas violentas que se expresan en todos los ámbitos, tanto en lo privado como en lo público, y que también demande el castigo severo a los hombres que incurren en ellas. Sin embargo, la necesidad más perentoria es deconstruir las estructuras sociales que permiten que el poder de dominación resida en los hombres, y que el peso de la subordinación recaiga en las mujeres. Esta abominable discriminación subyace en la raíz de todas las expresiones de la violencia sexista, ya que sostiene que el valor de las mujeres es inferior al de los varones y que el ser mujer implica que puede ser disciplinada a través de los golpes.
Sin embargo, nada justifica la violencia contra mujeres y niñas. Tampoco se deben buscar explicaciones de posibles patologías en los agresores o características personales de las agredidas que las hacen más proclives al abuso. Factores tales como la pobreza, el desempleo o el alcoholismo tampoco son explicaciones plausibles. Los Estados, por su parte, no pueden evadirse de la responsabilidad que les cabe en la prevención y sanción, y en la atención y reparación de las víctimas.
En las últimas décadas, la acción organizada contra la violencia sexista ha sido capaz de notables avances, sobre todo al lograr colocar este tema en las agendas de las conferencias internacionales de Naciones Unidas como ocurrió en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena (1995) y en la Conferencia Mundial de la Mujer de Beijing (1995), con sus respectivos espacios de seguimiento. También la Conferencia Mundial sobre Población y Desarrollo, de El Cairo; la Conferencia Mundial sobre Desarrollo Social de Copenhague, y otras conferencias sobre la condición de la mujer, tocaron esta temática con especial relevancia.
Igualmente, en términos del sistema de protección de derechos humanos, hoy se cuenta con tratados, convenciones y declaraciones que abordan prioritariamente la violencia contra mujeres y niñas como una problemática de derechos humanos y de discriminación, como por ejemplo la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, CEDAW; la Declaración de la ONU sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer; la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, Convención de Belem do Pará; el Estatuto de Roma que dio origen a la Corte Penal Internacional, por mencionar solo las principales. Asimismo, la ONU nombró una Relatora Especial sobre Violencia contra las Mujeres, sus Causas y Consecuencias, con un mandato que le ha permitido recibir quejas e iniciar investigaciones sobre violencia contra las mujeres en todos los países miembros de Naciones Unidas.
Por su parte, el movimiento de mujeres por la no violencia ha estado en primera línea en las últimas décadas para revertir esta situación, actuando en varios niveles: interpelación a los poderes públicos y otros sectores con poder de decisión, para exigir respuestas en términos de leyes, políticas públicas y programas concordantes con esta realidad dramática. Y, paralelamente, ha actuado públicamente en fechas emblemáticas cuando se impulsan campañas de sensibilización, información y denuncia. Una de ellas, probablemente la más extendida en todas las regiones, es la que se conmemora cada 25 de Noviembre, Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres, la que también se ha incorporado al quehacer de Naciones Unidas y de algunos gobiernos sensibles a esta temática.
La Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe coordina desde el año 1996 una campaña regional con diversos llamados a la acción, la que busca precisamente denunciar las dramáticas consecuencias de la violencia sexista en la vida de mujeres y niñas, y hacer visible sus impactos en la salud integral. Este año el llamado a la acción señala “’¡Basta! ¡La violencia sexista daña, mata y discrimina!”.
Paralelamente, la Red de Salud coordina la Campaña Punto Final a la Violencia contra las Mujeres de América Latina y el Caribe, que en una primera etapa se desarrolla en Brasil, Bolivia, Haití y Guatemala. Esta iniciativa pretende, a través de impulsar cambios en el comportamiento de las personas, deconstruir la naturalización de la violencia sexista a nivel de la sociedad, dejando en claro que ser mujer no implica que puede ser objeto de castigos o disciplinamientos por parte de los varones. Esta mirada que normaliza la violencia sexista no hace sino promover mayores delitos y favorece al mismo tiempo la impunidad.
Finalmente, estas campañas son un aporte concreto dDí Ne la Red de Salud a la Campaña del Secretario General de la ONU, titulada “Di NO a la Violencia contra las Mujeres”, lanzada en 2008 en todo el mundo.
Las cifras de la vergüenza
Para contextualizar, ofrecemos a continuación una serie de datos recopilados por la Campaña de la ONU, los que dan cuenta de la gravedad de este fenómeno:
• En un estudio que hizo la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre violencia doméstica en 10 países se indicó que entre el 15 y el 71 por ciento de las mujeres denunciaron violencia física o sexual de parte de sus cónyuges o compañeros sentimentales.
• Entre las mujeres de entre 15 y 44 años, los actos de violencia causan más muertes y discapacidad que el cáncer, la malaria, los accidentes de tráfico y la guerra combinados.
• Se estima que unos 150 millones de niñas menores de 18 años sufrieron alguna forma de violencia sexual sólo en el año 2002.
• Hasta 1 de cada 4 mujeres experimenta violencia física y/o sexual durante el embarazo, lo que incrementa las probabilidades de sufrir un aborto espontáneo, un aborto inducido o de dar a luz un niño muerto. Hasta un 53 % de las mujeres abusadas físicamente por su compañero íntimo reciben patadas o puñetazos en el abdomen.
• En São Paulo, Brasil, una mujer es agredida cada 15 segundos.
• En Ecuador, las adolescentes que denuncian violencia sexual en la escuela identificaron a un docente como autor en el 37 % de los casos.
• En Guatemala son asesinadas dos mujeres cada día de promedio.
• Las mujeres y las niñas conforman el 80% de las 800.000 personas que se calcula son sometidas anualmente a la trata y en su mayoría (79 %) son traficadas para la explotación sexual.
• Aproximadamente entre 100 y 140 millones de niñas y mujeres en el mundo han sufrido mutilación/ablación genital femenina; en África, más de 3 millones de niñas corren riesgo de ser sometidas a esa práctica anualmente.
• Más de 60 millones de niñas en todo el mundo son esposas-niñas. Multitud de niñas son casadas antes de cumplir 18 años principalmente en el Asia Meridional (31,1 millones) y en el África Subsahariana (14,1 millones).
• Entre 250.000 y 500.000 mujeres y niñas fueron violadas en el genocidio de Ruanda en 1994.
• En el este de la República Democrática del Congo, han sido denunciados, desde 1996, al menos 200.000 casos de violencia sexual, en su mayoría ejercida contra mujeres y niñas, aunque se cree que la cifra real es mucho más alta.
• Solamente la violencia doméstica cuesta alrededor de 1,16 mil millones de US$ en Canadá y 5,8 mil millones de US$ en los Estados Unidos. En Australia, la violencia contra las mujeres y los niños y las niñas tiene un coste estimado de 11,38 mil millones de US$ por año.
• Entre el 40 y el 50 % de las mujeres de los países de la Unión Europea experimentan insinuaciones sexuales, contactos físicos no deseados u otras formas de acoso sexual en el lugar de trabajo.
• En los Estados Unidos, el 83 % de las niñas de entre 12 y 16 años de edad sufrieron alguna forma de acoso sexual en la escuela pública.
La violencia sexista puede afectar a cualquier mujer, sin importar su edad, condición socioeconómica, lugar de residencia, tipo de trabajo, raza/etnia, opción sexual, nivel educativo, creencia religiosa, o cualquier otra situación. Hoy es un riesgo latente en la vida de mujeres y niñas, quienes pueden llegar incluso a morir por esta causa. La violencia extrema, el femicidio, lamentablemente continúa creciendo.
Cuando logremos que la cultura universal del siglo 21 incorpore y valide una nueva relación entre mujeres y hombres, relación que se asiente en el respeto, la paz, la igualdad y la justicia, solo así se logrará la erradicación efectiva de todo tipo de violación a los derechos humanos de las mujeres.
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