Yoel Ventura Rivera *
Exactamente hace un año, recuerdo que muchos peruanos y peruanas observábamos como el señor Ollanta Humala asumía el mandato del poder ejecutivo en nuestro país y asumía con él nuestras esperanzas de la “gran transformación”, esa transformación histórico, económico, social y cultural que necesita nuestro país. Sin embargo, hoy muchos y muchas saborean el sinsabor de la “gran traición”, porque Ollanta Humala lejos de iniciar ese gran cambio prefirió seguir una “hoja de ruta”, y encaminar su gobierno a la propuesta de quienes desde siempre han tenido el poder y han manejado el Perú.
Ya lo decía, Bell Graham; "Nunca andes por el camino trazado, pues te conducirá únicamente hacia donde los otros fueron”, y Ollanta Humala está recorriendo esa misma ruta por donde caminaron los gobiernos poco exitosos de Alejandro Toledo y peor aún de Alan García. Un primer año de gobierno marcado por conflictos sociales, algunos heredados del gobierno anterior y otros conflictos de tipo socio-ambiental que surgieron porque muchos ciudadanos y ciudadanas sienten afectados la relación hombre-tierra y sus recursos. La respuesta represiva, criminalizando con ello la protesta social por parte del actual gobierno ha cobrado la vida de 15 hermanos nuestros, importándole poco la vida de las personas y actuando de manera poco sensata como quien diciendo “el que manda aquí soy yo”.
Lamentablemente lo que se ha visto en estos conflictos sociales es que el gobierno no sabe ni quiere dialogar, lo que busca es imponer y hacer que se cumpla lo que ellos dicen y no lo que en consenso se construye. Sobre eso Platón decía: "El que no sabe dialogar, es un fanático: ni se conoce a sí mismo, ni conoce a los otros”.
“Se puede tener dudas de Ollanta, pero de Keiko tenemos pruebas”, repetían muchos y muchas antes de que fuera elegido como Presidente del Perú, yo supongo que a estas alturas y con la gran transformación por la que ha atravesado nuestro excelentísimo Presidente, no creo que haya dudas sobre Ollanta.
Peruanos y peruanas, nuestra nación no es grande porque sus gobernantes la engrandecen, tampoco somos grandes por el tamaño de nuestro territorio, menos por el número de nuestros habitantes. La nación es grande, cuando sus ciudadanos y ciudadanas tienen conciencia cívica y fuerza moral suficiente, que los hagan dignos de civilización y cultura. La gran transformación que necesita el Perú no lo hizo ni lo hará un gobernante, la gran transformación del país lo hacemos todos y todas, quienes a diario creemos en que otro Perú es posible y trabajamos para hacer realidad aquello que suena utópico, pero es una utopía posible.